Gotas de lluvia sobre mi rostro



Me despierto temprano, pongo los pies en el suelo, voy al comedor, desde cuya ventana tengo una amplia vista. Observo el mar, el cielo infinito, árboles que hace nada, estaban pelados de hojas y ahora ya lucen espléndidos. Puedo ver (hoy menos) aves, creo que son vencejos, propios de esta época del año. Tienen el plumaje negro y su tamaño es de unos cuarenta centímetros de largo.  Suelen ir en bandas y lo hacen todo desde el aire: comen, beben, se aparean y hay quien dice que hasta duermen, volando. He dicho, hoy menos aves, porque el cielo está completamente cubierto. Enseguida ha empezado a caer un chaparrón impresionante y los pájaros se han guarecido en la copa de cualquier árbol

Empiezo a escuchar algunos ruidos por las escaleras del edificio en el que vivo. Son las siete y media! Cómo pasan las horas...los días, los meses, los años.
Sigo observando a través de los cristales. Empieza a despejarse. Hay nubes, ya de color más blanquecino y entre las franjas que forman se puede ver un cielo azul celeste, muy  celeste, pastel. Pasa un coche que me distrae. No lo veo, me llega el sonido de los motores. No  es mi calle una calle con mucho tráfico, pero es la hora en que la ciudad despierta. El ascensor por primera vez irrumpe en el silencio y el golpe de una puerta que se cierra. Otro coche. Abro la ventana, me asomo y  el olor a tierra mojada me invade. Me he mojado las manos al apoyarme en el alfeizar de la ventana y algunas gotitas de agua mojan mi cara. Me gusta esta sensación, este contacto con el día lluvioso a una hora tan temprana, cuando aún la ciudad está bostezando.

Mientras escribo el tiempo pasa rápido.

He visto las aves , los árboles, el cielo encapotado y ahora veo el incipiente, tímido sol.
He escuchado el rumor de la lluvia, el chillido característico de los vencejos, el baile de las hojas de los árboles y en contraste con este mundo natural, el motor del primer coche.
He olido la  tierra henchida de agua
He podido sentir el frescor del agua en los antebrazos al apoyarme en el alféizar de la ventana y alguna gota de lluvia en mi rostro. Todo esto acompañado del delicioso sabor que dejó en mi lengua el café que me espera cada mañana.
Ahora ya, casi casi, brilla el sol, casi casi, es la hora en que todos despertarán, casi casi es la hora de cerrar esta descripción; ya entra el sol por la vidriera y yo, como un vampiro al que le va la vida en ello, huyo. He de renunciar al bolígrafo y la libreta en la que escribo.

M. González  (7-13 de junio de 2018)


Comentaris

Entrades populars