AGUARDIENTE DE CEREZAS
Recuerdo
como si fuera ahora mismo como mi padre cuando faltaban pocos días para
terminar el año hacia un rico licor de cerezas. En la Plaza del Rei, aquí en
Barcelona, hay un comercio regentado por la señora Trinidad, una
mujer reconocida como “Mestre Herbolaria Artesana por la Generalitat
de Catalunya”, Este establecimiento fue parcialmente restaurado al 1997
con la ayuda de la Generalitat y está catalogado como Bien cultural de interés
local.
Fundado al
1818, este establecimiento, con 199 años, es la Herboristería más
antigua de Catalunya y uno de los establecimientos comerciales más antiguos de
Barcelona. En casa de mis padres, cuando yo cerraba los ojos veía detrás
de la puerta de la cocina una despensa donde la madre guardaba las conservas.
Teníamos codonyat, mermelada de moras, cerezas en aguardiente,
tomates confitados, pimientos secos, escalibada de
verduras, rostes de tocino, olivas ”partidas” -que las traían de su
pueblo- unas almendras y unas pasas
También habían bolsas de pan seco, harina de maíz, hierbas curanderas, huevos, arroz, café molido, miel, azúcar, especies, galletas maría, botellas de leche, una bota de vino que se la trajo también de su pueblo, un molinillo rojo descostrado, una “mano” de mortero, velas blancas y cerillas.
De hecho, allá dentro se podía encontrar cualquier cosa que te pudiera hacer falta en la cocina o fuera de ella.
También habían bolsas de pan seco, harina de maíz, hierbas curanderas, huevos, arroz, café molido, miel, azúcar, especies, galletas maría, botellas de leche, una bota de vino que se la trajo también de su pueblo, un molinillo rojo descostrado, una “mano” de mortero, velas blancas y cerillas.
De hecho, allá dentro se podía encontrar cualquier cosa que te pudiera hacer falta en la cocina o fuera de ella.
Una mañana
mi padre buscando las hojas de afeitar se subió a un taburete para
llegar a la estantería más alta de todas. Gritaba improperios mientras pasaba
la mano por el estante sin encontrarlas.
En un momento giró el cuerpo en un gesto forzado y el taburete se volcó bruscamente.
En suelo quedó lleno de vidrios rotos mezclados con conservas. Un río de sangre brotó de aquella boca que todavía estaba llena de palabras insultantes. Los ojos le quedaron en blanco cómo si estuvieran buscando la manera de volver atrás para robarle cinco segundos al reloj de pared que ha quedado colgado en la pared de la cocina.
Pero la vida sólo sabe ir adelante. Solo pasó esto.
Sus oscuros insultos hacia las hojas de afeitar se quedaron cerrados en la despensa.
Cuando se recuperó volvió a darme aguardiente de cerezas. Podía comerme docenas de ellas sin emborracharme, ni perder la noción del tiempo, ni enterrar todos los recuerdos al pozo de la memoria.
En un momento giró el cuerpo en un gesto forzado y el taburete se volcó bruscamente.
En suelo quedó lleno de vidrios rotos mezclados con conservas. Un río de sangre brotó de aquella boca que todavía estaba llena de palabras insultantes. Los ojos le quedaron en blanco cómo si estuvieran buscando la manera de volver atrás para robarle cinco segundos al reloj de pared que ha quedado colgado en la pared de la cocina.
Pero la vida sólo sabe ir adelante. Solo pasó esto.
Sus oscuros insultos hacia las hojas de afeitar se quedaron cerrados en la despensa.
Cuando se recuperó volvió a darme aguardiente de cerezas. Podía comerme docenas de ellas sin emborracharme, ni perder la noción del tiempo, ni enterrar todos los recuerdos al pozo de la memoria.



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