Edificio de 10 plantas en construcción.




Hace años por razones de trabajo, la empresa  donde trabajaba me destinó a otra ciudad, como director  de una de sus sucursales. El lugar donde  me alojé  estaba situado al final  de la calle menos concurrida, del barrio más lejano de la ciudad.  No había casas, solo la que yo estaba. Del piso solo aproveché  dos habitaciones, una  para dormir y la otra como  estudio. Desde  el estudio veía  como construían un   edificio justo enfrente de donde yo estaba. Prácticamente no veía nada más.

Cuando yo llegué allí  estaban construyendo el décimo piso. El último piso según rezaba el cartel situado en la calle, a pie de obra, decía: “Edificio de 10 plantas en construcción. Pisos de lujo. Piscina y garaje para 30 coches”
También se veían tres grúas enormes  que iban subiendo y bajando toda clase de material para su terminación.
El primer día no pude ver más, tenía prisa por deshacer las maletas y acercarme hasta la oficina de  la sucursal de mi empresa.

Los primeros días tuve mucho trabajo en la organización del transporte y la distribución de nuestros productos, por lo cual en casa estaba poco tiempo. Ni siquiera miraba por la ventana. La única distracción!
Pasaron unas semanas y una mañana un fuerte resfriado me obligó a quedarme en casa. Al día siguiente suena el teléfono. Me levanto y voy hasta el estudio. Mientras hablaba miraba por la ventana el edificio que estaban construyendo. Será la fiebre pero pienso que este edificio lo están desmantelando. Conté los pisos y el número de ellos me lo confirmó. Solo había nueve. Es la fiebre, no cabe duda —me dije—
De todas formas al cabo de un rato de estar en cama me levanté e hice unas cuantas anotaciones, las guardé y volví a la cama.

Cuando empezaba a estar recuperado salí a la calle, y mirando el edificio me dirigí a un operario que estaba  guardando material eléctrico, y le pregunté cómo podía ser que desmontaran el edificio. Me faltaba otro piso.
El operario se sacó el casco, y se secó el sudor. No dijo nada, solo me miraba. Unos segundos más tarde dijo:
— No tiene otro trabajo mejor que hacer,  que preguntar lo que no le importa?”
Cuando llegué  a la empresa pregunté a uno y a otro por lo que estaba  viviendo en mi calle. Todos dijeron que no sabían nada.

Un viernes por la mañana con la excusa de que necesita a alguien que ratificara lo que yo veía, le dice a mi secretaria si quería venir a verlo. Me costó de convencerla pero al final accedió. Al anochecer llegamos a casa y antes de entrar conté los pisos. De los siete que había solo quedaban tres. No me atrevía a subir con mi secretaria a casa, por miedo al edificio y por miedo a no saber cómo pasaría la noche con ella.
Se dio cuenta, me dio un beso y me llevó a su casa. Era una casa preciosa en el campo, cerca de un lago. Pasemos todo el fin de semana en la casa cerca del lago. El lunes por la mañana vi que no era un lago, eran las aguas de un pantano.

En la empresa no comenté nada del edificio, y por la noche al llegar a casa no quise mirar nada. Entré, me duché y sonó el teléfono. Mientras hablaba miré por la ventana. No había ni los cimientos. Solo había hierbas altas que casi cubrían un rótulo que decía: “Edificio de 10 plantas en construcción. Pisos de lujo. Piscina y garaje para 30 coches”

Colgué  el teléfono asustado, y llamé a  mi secretaria.  Ahora pensará que es la excusa perfecta para pasar otro fin de semana en la casa  de al lado del lago, pensé. Volví a mirar por la ventana. Ahora al no existir el edificio sí que podía ver todo el panorama. No existía nada, solo hierbas altas, y muchos rótulos, no los podía leer por la distancia, solo uno a escasos metros detrás del que ya no estaba: “Edificio de 10 plantas en construcción. Pisos de lujo. Piscina y garaje para 30 coches”

No lo pensé ni un momento más. Salí a la calle enseguida, fui  observando todo aquel terreno cubierto de rótulos, solo quedaba mi casa, un viejo edificio de tres plantas y sin vecinos. Yo solo.
No lo pensé más. Me fui a otro barrio y busqué una ferretería.
—Tienen picos y palas, por favor?
—Si, como los quiere, para jardinería, por casualidad?
—No, para la construcción!

Cuando llegué a casa solo quedaban  dos pisos. Cogí el pico y empecé a  dar golpes, cuando me cansé me senté encima de una piedra. Delante de mí un rótulo  anunciaba: “Edificio de 10 plantas en construcción. Pisos de lujo. Piscina y garaje para 30 coches”

Que angustia. Tiré el pico y la pala asustado, ya no quise ser yo mismo que terminara con aquella vieja casa de tres pisos sin vecinos. El terror  me amordazaba, casi no podía respirar. Traté de calmarme. A la mañana siguiente desperté en la casa que estaba cerca del lago.

—Amor mio, has visto que  nos han puesto un cartel  aquí cerca?  Es  de una constructora anunciando una urbanización nueva…

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