Malditas moscas.
Desde detrás de la cortina del comedor he
escuchado a mi madre como le decía a mi
padre que el médico ha dicho que no estoy bien. Mi padre la engaña, el médico
no ha dicho esto.
Desde este escondrijo veo una araña que
cuelga de una esquina del techo. Es
grande, es negra. Me gustan las arañas.
Malditas moscas que se paran a comer y beber
sobre la sandía roja que la tía ha puesto en la mesa del comedor. Lleva unas
pepitas negras. Hay muchas pepitas. Si, se llaman pepitas, son negras como las
arañas.
Unos calcetines de lana azul con un
ribete azul flotan como un pez en la colcha de la camita de mi hermano pequeño.
No, son de lana blanca, con ribetes amarillos. Se mueven al ritmo de su
respiración. El color amarillo forma unas olas, el color azul no sirve para
hacer olas. Mi hermano pequeño respira.
Tiene un biberón. Yo también tenía uno
cuando era pequeña. Yo nunca he sido pequeña, yo era pequeño y tenía 7 años.
Pienso en su biberón, en mis pañales, en
su cuna, en la mía. Mi sonajero, su
ropita pequeña, la mía era grande. Miro sus ojos redondos como los de un pez
indefenso. Yo también era indefensa. No, no era indefensa, no lo era, era un niño fuerte.
Veo todos los sofás blandos y rojos, y
con una manta pequeña, se debe estar bien.
Si me quedo allí dormida nadie me pedirá nada. Nadie me dirá que me pasa, ni aunque llore.
Cuando
era pequeño soñaba con una galleta que
se me escapaba de los dedos. No es
verdad, de pequeño no soñaba, solo lloraba y me meaba encima
Es la hora de la siesta, se hace oscuro.
No sé dónde está la gente. Estoy sola y me duermo con la manta en el sofá
blando. Escucho el sonajero, tengo
miedo.
Cuando me despierte tendré los ojos hinchados y rojos como antes, como si hubiera llorado, pero no
he llorado, los niños no lloramos, antes
si pero ya no quiero recordar nada. Ahora pienso en cosas bonitas, en la araña que cuelga de una esquina del techo. En olores dulces y en los días de sol cazando mariposas antes de
que llegue mi hermanito.
Tengo un cuaderno donde he empezado hoy a escribir historias. Hoy no, el cuaderno ya
lo termino, es de miedo
He dibujado las gallinas que me persiguen
y que tanto miedo me dan. Son de colores, uno solo, gris.
Esta mañana me he dormido con una sartén
sucia dentro de la cama. Había aceite.
Dice mi madre que soy sonámbula. Mi padre no sabe de
sonámbulos
También me he meado encima, otra vez,
como antes. He mojado el pijama y la cama aunque ya soy mayor. Tengo 7 años, ya
soy pequeño.
Me despierto de madrugada con el dedo pulgar de la mano derecha en la boca. Me despierto siempre con el dedo
pulgar de la mano derecha en la boca. Mi
madre dice que el dedo gordo se ha deformado, y mi padre dice que la
uña se está volviendo negra pero yo no
me doy cuenta porque no es verdad, y me vuelvo a despertar con el dedo empapado
en la boca.
Ya no soy pequeña.
Sueño gallinas grises que me atacan.
Lloro porque lo que me pasa no tiene
solución, lo ha dicho el médico.
Si pudiera explicarlo todo a alguien se podría
arreglar pero tengo miedo de morirme. La gallina me persigue.
Y si lo explico me perseguirán con una escopeta. La misma que mataron a “Bambi”.
Lloré mucho por aquel dálmata que se
llamaba como el Maestro Jedi. Pobre
dálmata lo tiraron desde lo alto del
puente del rio. No, no era del rio, era de
la carretera por donde pasaba la cloaca y vi de lejos su cuerpo, o era la silueta muerta, era de color canela brillante. Los dálmatas no son de este color.
El agua sucia de todas las cloacas le
pasaba por encima de la cabeza y las patas pero el lomo quedaba a la vista
totalmente inmóvil. No tenía manchas.
El patito que recogimos en el rio también
lo mataron porque era un patito y cagaba mucho y hacía ruido por la noche.
"No podemos vivir con animales en casa" –decían- pobres moscas que se paran a beber sobre la
sandía roja.
Me miro en el espejo de perfil. La
espalda me ha crecido mucho. Estoy demasiado delgado. Soy una niña jorobada y muy fea.
Miro una foto mía de cuando era muy
pequeño, de meses, de cuando era una
niña perfecta. El niño de 9 años que soy ahora tiene los ojos redondos como los
de un pez indefenso. Me he vuelto a mear
encima. Mi padre dice que soy cochino, ya
soy igual que la misma niña de la imagen que contemplo en la foto.
Entonces no había en el mundo una criatura
más bonita que yo.
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