el virus
Con este relato quiero explicar una
situación catastrófica que está a punto de suceder. Vamos a tomar buena nota,
porque estas palabras pueden ser casi proféticas si el Poder además de
utilizar miles cámaras en las calles para controlar nuestros movimientos,
también puede ocurrir esto…
En
el diseño del proyecto, se especificaba claramente que el virus debía ser de
transmisión rápida, sin prácticamente periodo de incubación y de ninguna manera
letal, pasara lo que pasara. El tiempo corría en contra y había que detener,
como fuera, aquella idea de autosuficiencia que se extendía entre la población.
Ya
existía un laboratorio que había encontrado un virus con las características
solicitadas. Los laboratorios tienen la virtud, o no, de anticiparse siempre a
las necesidades de los seres vivos. Cómo lo hacen sería motivo de un extenso
estudio y no es el caso. El laboratorio en cuestión ya había ensayado el virus
en un grupo reducido de humanos, que se había prestado a cambio de una
compensación económica. Cuando hay crisis, ya se sabe, los padres de familia no
pueden estar por puñetas. Bien que deben poder ofrecer un bocado a los niños
hambrientos! En este ensayo remunerado se había constatado que la efectividad
del virus era absoluta. Ningún efecto secundario grave que fuera necesario
remarcar. Tal vez, el deseo incontrolado de hacer una siesta. Nada más.
Sólo
quedaba un escollo: determinar el método de inoculación para asegurar que el
contagio se produjera cuanto antes. Esto no supuso ningún problema. Hay
científicos lectores. Es cierto que menos de los que fuera necesario. Ante las
seductoras probetas, quién puede resistirse! También hay científicos autores,
hecho del todo lógico, por otra parte, porque la producción es directamente
proporcional al prestigio. Y pasó que un científico muy prestigioso recordó
haber firmado libros en una fiesta multitudinaria. Otro, que le habían regalado
una rosa que olía a rosa. Y es que los hombres de ciencia suelen tener buena
memoria. Sólo hay que hacer un vistazo a las fórmulas que deben memorizar,
pobres.
De
repente, todo cuadró. Según las previsiones, el día del patrón se venderían
seis millones de rosas. Tendrían un olor más irresistible que nunca. Olerla les
sería inevitable. La epidemia estaba garantizada. La victoria, también!
Todo volvería a la normalidad en breve una vez
hiciera efecto en la población. El
virus se consideraba insignificante. Era
el virus de la apatía, de la desidia, la
desgana, la indiferencia, la falta de
fuerza, entusiasmo…
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