El tren
Hace tiempo que lo
piensa. Será rápido, ya lo verás. Después vendrá, el reposo, el silencio, la
nada. Se imagina la frialdad de las vías, los pedazos esparcidos en el impacto
del tren. Piensa en el alboroto en su ciudad de provincias. Piensa sobre todo
en los que subestiman y no son capaces de apreciar la vida de los demás,
únicamente porque es diferente a la suya, que no entiendan no significa nada.
Nadie es nadie para juzgar.
Piensa en los artículos de los
periódicos. Publicarán alguna fotografía antigua. Dirán que era muy joven,
bonita, simpática y muy amable antes de que la vida se portara mal con ella.
Los últimos días ha ido haciendo ejercicios de valentía y hoy ya tiene
la decisión tomada, por eso ha ido a la peluquería de siempre. Es de una amiga
suya desde hace años, no le dice nada,
solo pide que la maquille, le pronuncie
las pestañas, y que le perfile los labios. Aun soy bonita, piensa. Y es así
como quiere entrar en la muerte. Poniendo su mejor presencia. Elige unos
zapatos de tacón alto y aquel bolso que tanto le gusta.
Se presenta con tiempo a la
estación. Interiormente está convencida, conformada. Ha elegido el tren que
pasa a las 13:34, y que no se detiene en aquella estación. Lo ve desde lejos.
Ya se acerca. No cierra los ojos, y el corazón no se acelera. Y justo en ese
momento anuncian por megafonía que por problemas técnicos el tren hará parada.
Ella se queda rígida, con la punta de los pies casi fuera del andén, desconcertada, no sabe que
tiene que hacer, está como perdida. Entonces un hombre se le acerca.
—Me permite que le ayude, señorita?
Y ella, sin apenas reaccionar, sube
al tren. Se sientan junto a una ventana, cara a cara.
Se miran sin verse durante un corto
tiempo
—Iba muy lejos? —le pregunta el hombre.
Él parece todo un caballero, un
traje muy elegante, una camisa blanca y corbata.
El pelo muy corto, y los zapatos bien lustrados.
—No lo sé. Y usted, que viene de
lejos? —pregunta ella.
El hombre sonríe y contesta:
—la pregunta debería ser si quería
ir muy lejos. Si, quería ir muy lejos —Contesta él.
—Hay lugares tan lejanos que no hay
retorno —Dice la joven.
—Tan lejos iba?
Se para un momento para tomar
aliento. (Quien sabe si tal vez es para elegir bien las palabras)
Y continúa:
—Este tren no tenía parada ni en la anterior ciudad, ni en la otra. Se detuvo y
sin saber porque subí.
La he visto en la estación, estaba
desconcertada y he pensado que quizá podría....
Toma aliento de nuevo mientras ella
desvía la mirada hacia el cristal de la ventana, recorre con la mirada la
ciudad hasta las últimas casas, hasta que ve el río entre los árboles, y se lo
queda mirando. Más allá empiezan los
campos de cultivo, y la carretera hacia el sur. Ella al fin se atreve a mirar el rostro del hombre que le dice:
—Lo que he pensado es que podríamos
cambiar el rumbo del viaje, no te parece?
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