Lápices de colores



Estoy en la Biblioteca curioseando revistas científicas, mientras espero a un compañero: "Ahora vuelvo, me ha dicho. Espérame!".
Leía el pronóstico de vida para la Tierra. Digamos que le vaticinan un final dentro de unos 500 o 1000 millones de años. Pensé, aliviado, que yo ya no estaría aquí para presenciarlo. Ni yo ni mis nietos.
Qué tontería, ¿no?

Sigo pensando que yo me muero un poco cada día. Por solidaridad celular, no por otra cosa.
Dejé la revista donde estaba, y sin querer, imité a los políticos, esos que mientras hablan van poniendo cuidadosamente folios en un orden y un cuidado en la mesa que yo siempre he pensado que era innecesario. Cuando me giro, veo unas niñas allí al fondo. No sé si escriben o pintan, es igual... Dejé de pensar en los políticos, y sin volver a la realidad empecé a recitar las tablas del cuatro.

 —Cuatro por cero es cero, cuatro por uno es uno, cuatro por dos ocho, cuatro por tres doce, cuatro por ...

Me ha venido el olor de niños, lápices de colores, a sudor infantil., a manzana dentro de la cartera, entre libretas  Este olor que solo se encontraba en las escuelas de antes (adoro mi hada, que consigue que recupere el olfato de tantos años extraviado por otros olores)

Teníamos una vieja caja de madera donde guardaban todos los lápices. El profesor ordenaba que nos hiciéramos pasar aquella caja y que cada uno de nosotros fuéramos cogiendo un lápiz para hacer la caligrafía que, con gesto de amargado, escribía en el encerado con trabajada letra cursiva, «redondilla» o gótica. 

Digo que ordenaba, porque aquel hombre parecía más un sargento de infantería que un pedagogo de educación infantil. 
Los primeros que introducían sus deditos dentro de aquella caja cogían los lápices más grandes, con las puntas más afiladas, y los mostraban orgullosos como si hubieran conseguido arrancar la espada de su piedra en tierras de Camelot. 

Los menos afortunados se conformaban, apenas, poder escribir con minúsculos lápices, donde sus pequeños deditos no se podían ni acomodar.
La vida es como una caja de lápices. Pones la mano esperando coger el lápiz más grande.
El que te permita escribir mejor. El que te haga sentir mejor. Pero no siempre puedes coger el lápiz largo y el más grande. El secreto es aprender a escribir también con el más pequeño.

 —Cuatro por siete veintidós ocho, cuatro por ocho treinta y dos, cuatro por nueve...

Comentaris

Entrades populars