El Cándido-II
A principios de febrero, habrán pasado unos 37 años desde que
decidí dejar la empresa donde trabajaba para hacerlo por mi cuenta. Y 21 que
terminó todo, con un final…un triste final, un final que nunca creí que podía
pasar, un final que no se lo deseo a nadie. Cerrar de un día para otro una
pequeña empresa que ha sido el sueño de la vida no es poca cosa si se sabe que
además no se creó ni para ganar dinero, ni para hacerla más grande, sino para disfrutar de ella.
—Josep, tienes un mieloma múltiple.
—Solo estoy muy cansado, doctor…
—Deja que te explique, Josep. Las células madre dentro de la
médula ósea, el tejido semilíquido que tenemos en el interior de alguno de
nuestros huesos como las vértebras, el esternón y la cresta ilíaca. Este tejido
es conocido coloquialmente como tuétano y contiene células vivas que son
esenciales para el funcionamiento y mantenimiento de nuestro organismo.
En la médula ósea se producen durante el transcurso de nuestras
vidas las células de la sangre incluyendo plasma rico en plaquetas, glóbulos
rojos y células del sistema inmune debido a que contiene las células madre
(progenitoras) de la sangre un tipo de glóbulo blanco…
—No estás bien, Josep.
— ¿Y trabajar?
—No estás nada bien, Josep.
—……..
—Seguramente no podrás hacerlo. Trabajas en alguna empresa, ¿verdad?
— No, tengo un pequeño negocio.
—¿Un pequeño negocio, dices?, En confianza, ganas mucho dinero?
—No, lo suficiente para…
—Lo siento, Josep.
—…….
Todo eso ocurría en la «era pre móvil»
Cielo santo, si lo recuerdo como si fuera la Edad de Piedra... ¡37
años!
Eran tiempos cuando la gente no viajaba ni en tren, ni en autobús,
ni en nada con la mirada clavada en una pantalla, y aprovechaba los viajes para
ejercitar la mente. En aquella época, la gente leía libros y periódicos,
conversaba con desconocidos o contemplaba paisajes, hacía crucigramas y buscaba
palabras en las sopas de letras.
La verdad es que hay muchas cosas que me hubiese gustado saber
antes de empezar, como por ejemplo saber ganar dinero. Nada del otro mundo, mis
pretensiones en las cosas monetarias nunca han ido más allá de mis narices.
¿Qué cosas, no?, ¿en aquellos años aún había gente tan romántica
que casi trabajaba por amor al arte? Desde luego algunos sí, pero muy pocos.
Digamos los justos, pero personas como el Cándido seguro que no.
—Buenos días, ¿el señor Cándido, por favor?
—Buenos días. Yo mismo, me parece que nos conocemos, ¿verdad que
sí?
—No recuerdo pero es muy posible, por el trabajo nos movemos de
aquí para allá.
—Muy bien, ¿y en que puedo serte útil?
—Necesitaría un «monovolumen» de segunda mano.
—Hombre, precisamente lo que necesitas está en frente tuyo.
¡Míralo, es este!
— ¿De dónde es esta matrícula?... ¿PO?, ¿Ostras, yo esperaba la B,
de Barcelona?
—Es de Pontevedra, pero mira aún vas a tener suerte, si te gusta
te lo dejo a un buen precio.
*
[…] Al cabo de dos meses al salir de casa veo a un policía
comprobando la matrícula del «monovolumen»
— ¿Es de usted este coche?
—Sí señor.
—Coja la documentación y acompáñeme.
— ¿Hay algún problema con el vehículo, señor agente?
— Mire, no sé si el problema es de la camioneta o de usted, de
momento recoja lo que necesite de ella y acompáñeme a la comisaria.
— Señor comisario, puedo llamar a mi abogado, por favor. Y si
usted es tan amable dígame porque estoy aquí.
— Está aquí para que me diga de donde ha sacado este vehículo.
— Lo compré en una empresa de compra y venta de automóviles. En
Cándido…
— Muy bien, pero tendrá que demostrarlo.
— Siempre protestaba en casa porque mi abogado me cobraba mucho
para llevar las cuatro cosas del taller, pero el día que demostró que el negocio
del Cándido era una estafa, no solo a mí, sino a todo aquel que le compraba un
coche matriculado en otra parte. ¡Uf, uf!
Qué fácil es ganar dinero estafando, y pensar que yo además de no
saber ganarlo declaraba hasta un sello de correos. Es bestial, aquel hombre
nunca pisó la cárcel porque murió al cabo de un tiempo sin haber empezado el
juicio, pero yo si perdí la camioneta enseguida.
Este coche está en busca y captura en Pontevedra. Es robado, ya se
lo explicarán.
Mire, usted ha sido víctima de una estafa, este señor compraba
coches a un grupo de delincuentes, les cambiaba la matrícula por otras de otra
provincia y lo mismo hacía con la documentación. Entonces los vendía en otro
lugar
*
Yo aún tuve suerte de tener un buen abogado, solo perdí el dinero
y el monovolumen, y el Cándido aún tuvo más suerte, solo esperó el juicio….Lo
esperó…. Lo esperó!
*
Hasta que un día a las siete de la tarde llegó a casa y le dijo a
su mujer que si tenía la cena hecha, cenaría e iría a dormir. No me encuentro
muy bien —dijo—.
No cenamos hasta las diez y media, ya lo sabes, vete a la cama y
ya te despertaré —dijo la mujer—.
A las diez de la noche él quería despertarse pero no podía. Pobre
mujer, el Cándido no se movía, y pensó en llamar al médico de urgencias para
que viniera enseguida. Toda la casa era un revuelo, la mujer corría de un lugar
a otro.
En realidad lo que hubiera tenido que hacer era llamar a la
Funeraria y sin ninguna prisa.
Nunca he entendido por qué corre la muerte si ya tiene el trabajo
hecho, ¿no es cierto?
En la iglesia cuatro lágrimas, apretones de manos, abrazos y el
Cándido que se va hacia la incineradora, y la mujer a casa con el jarrón de las
cenizas. Ella recordó un día que él le dijo: “El día que muera quiero que me
incineren, y si encuentras otro hombre me lo presentas, solo quiero saber si es
mejor que yo”. (Esta frase decía que era de él, pero no era verdad).
Un amigo de la familia le ofreció un lugar para enterrar la urna.
Era en un terreno que tenía en las afueras de un pueblo. En el terreno había
una casa grande con un huerto, y donde acababan las patatas había una gran
higuera, de aquellas que aquí en Catalunya le llamamos a los higos “Coll de
Dama”. (Cuello de Dama)
Ella ya conocía aquel lugar de cuando era joven y se besaba con un
chico del pueblo, cada vez que se encontraban. Que se encontraban, que se
encontraban...
Enterró el jarrón al pie de la higuera, y sin perder el tiempo fue
al pueblo para comprar el poemario de l'Amor i la Mort. “del Amor y la Muerte”.
También compró un jarrón para poner unas flores, y una silla pequeña para
sentarse al pie de la higuera. Comenzó por las "Coplas de Don Jorge
Manrique por la Muerte de su padre" y cada vez que iba le leía un poema,
Incluso el fragmento final de "Retrato", de Antonio Machado, escrito
encima de su tumba en Cotlliure. Y también el de Mario Benedetti: "No te
rindas", y así una y otra vez. Y a la casita de las herramientas guardaba
el poemario y la silla, el jarrón con flores no.
¡Pero, ay, Señor! Dicen los castellanos que «El hombre propone
y Dios Dispone», y un mal día recibió una carta de la Administración
diciéndole que a partir de donde se acababan las patatas se debía construir una
autopista amplia, muy amplia, y desde un pueblo a otro.
No le dio tiempo a leer cinco poemas que ya tenía las excavadoras
al pie de la higuera. Cuando la mujer reaccionó solo pudo llevarse el jarrón
con las flores que le ponía para su Cándido
Al cabo de poco ella ya vio las autoridades, la cinta, las tijeras
y la banda de música. La autopista llena de coches arriba y abajo. De hecho
todo era algo parecido a la vida del Cándido. Un poco de estafa, porque la
autopista era casi era tan larga como ancha y algún corrupto se había hecho de
oro. Cosas de los españoles, tampoco tiene que ser noticia.
La mujer le pidió al familiar que le dejara pasar unos días en su
casa para digerir el mal trago que había pasado.
Y una noche de insomnio le pareció que las raíces de la higuera
salían poderosas de bajo tierra y rompían el asfalto de la autopista por la
parte ancha, mientras unas voces iban repitiendo:
Sé que estás,
me acaricia un silencio infinito
y con los ojos en lágrimas
te recuerdo cada día
desde el amanecer hasta el anochecer.
Poema de Anna Xicola (Una amiga
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